Continuamos con la narración de
la aparición de la Virgen en Berciana:
“Obedeció el pastor a lo que la soberana
reina le mandaba, y dejando sus cabras, sin más replica, corrió a Méntrida con
acelerado paso, apenas entró en este lugar, cuando comenzó a dar voces
publicando el maravilloso suceso, llegó al teniente cura, que se llamaba
Fortunato Vidal, intimóle la comisión que traía, y el cura no dándole crédito,
comenzó a reírse del pastor, instaba este en su demanda, juntóse la justicia,
Lope Rodríguez y Faustino Gómez, llegóse Antonio Moreno padre de misa, a todos
declara Pablo Tardío el suceso y lo que les mandaba la reina soberana de cielo
y tierra que quedaba en la dehesa de Berciana y así que fuesen a sacar su
soberana imagen, que estaba allí escondida. Ninguno de estos, como de otros
muchos que a la novedad se juntaron, quisieron creer al pastor, antes bien
hicieron de él burla y de lo que decía ningún aprecio, tratáronle de fatuo,
tonto y novelero, y que como tal, venía a engañar al pueblo con aquella
fantasía, que había soñado, que se volviese a sus cabras a contarlas aquellas
locuras y patrañas y si no, que le pondrían como a loco preso en una cadena.
Vióse el pastor Pablo Tardío no creído,
conoció, que a sus palabras no se había dado asenso, camina presuroso a la
dehesa de Berciana lleno de penas, y sentimiento, llegó al sitio en donde se le
había aparecido la sacrosanta reina y suprema señora María Santísima, no la
encuentra, ni con sus ojos la registra y aquí creció más su dolor y tormento,
buscó con cuidado a la divina señora, vuelve y revuelve el tronco cortado de la
encina, y como no hallaba señal, ni noticia, comenzó a llorar amargamente y
lleno de notable desconsuelo se retiró a su cabaña, en donde halló todas sus cabras
recogidas, paso toda la noche rezando y llorando, ya se consideraba indigno de
que tan alta señora en aquel sitio y lugar le esperara, ya atribuía a sus
culpas la ausencia de la reina de el cielo y tierra y ya dudaba, si había sido
verdad, o fantasía lo que le había sucedido. Inclinábase unas veces a que había
sido ilusión, y engaño de sus sentidos y que así con razón había sido
despreciado y no creído, otras veces le persuadía a que lo creyese por verdad,
y lo tuviese por cierto, una interior confianza en Dios y un superior impulso,
que le certificaba haber sido la visión cierta y verdadera y así estuvo el
pastor toda la noche luchando con estas dudas de pena, dolor, lágrimas y
sentimientos acompañadas.
Comenzó a desabrochar botones de perlas el
alba y el pastor, de humilde confianza lleno, salió de su cabaña o choza,
enderezó sus pasos a la pequeña cumbre de la dehesa y al descubrir el tronco
cortado de la encina, registróle florido y fecundo con la vara sacrosanta María
Santísima, de la misma forma que antes se le había aparecido, constóse
muchísimo el afligido pastor y postrado en la tierra, la refirió lo que le
había pasado en Méntrida. ‘Señora, que no me quieren creer, responden a lo que
les dije de orden tuya que es sueño, fantasía y mentira, levantada de mi
cabeza, que soy un tonto y que no se debe hacer caso de mi dicho’. A estas
palabras se digno la purísima Virgen responderle diciendo: ‘Toma esta carta,
vuelve con ella a Méntrida, entrégala por señal, que a ella darán fe y a todo
lo que has dicho entero asenso y creencia’. Levantóse el pastor del suelo y
recibiendo con suma reverencia y acatamiento la carta de mano de Nuestra
Señora, caminaba presuroso con ella a Méntrida, pero al dar vista al lugar, le
salieron los demonios en varias y horribles figuras al encuentro, procuraron
detenerle y le instaban a que atrás volviese, pero como no pudieron, con golpes
y empellones le maltrataron.
Apenas le vieron las gentes, cuando
comenzaron a hablar unas con otras: ‘allí vuele el tonto, y sobre tonto, porfiado,
ello es sueño, y si no es sueño está loco, hay mayor delirio, pues nos quiere
persuadir una cosa tan difícil de creer ahora estuviera la virgen María
escondida en Berciana’. Pero el pastor, con claras voces, prorrumpió en estas
palabras: ‘¡Ea señores!, ya me creerán lo que ayer, de parte de la señora reina
María Santísima les dije; ahora me vuelve a enviar para que den crédito a lo
que les digo, que vayan a Berciana a sacar, y descubrir una imagen suya, que
está allí escondida y para que sepan que es cierto y verdad lo que les refiero,
tomen esta carta, que es la señal que me ha dado, para que os la entregue.’
Tomó
el cura la carta y habiéndola leído delante de todos, ya de temor, ya de
alegría y regocijo se quedaron como absortos y pasmados, mirándose unos a otros
y luego que se recobraron de la admiración que les causaba tan prodigiosa
novedad se postraron en tierra, dando gracias a la reina y señora María
Santísima. Dieron al pastor entero crédito, besaban y veneraban la carta como a
cosa bajada del cielo y cada vez que esto ejecutaban, sentían en sus corazones
júbilos y contentos. Divulgaron el prodigio por todos los lugares
circunvecinos, para que todos fuesen participantes de tan admirable portento.”…
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