miércoles, 11 de junio de 2014

El Crimen de San Andrés

Publicado en la revista Camarus, octubre 2013

Tan sólo un año después del comienzo de la invasión peninsular por los ejércitos de Napoleón y ante los continuos fracasos militares de las tropas españolas comenzaron a proliferar los grupos de guerrilleros, ciudadanos de distintos estratos sociales, sin ninguna preparación militar la mayoría de las veces, que movidos por sentimientos patrióticos y/o la necesidad de mantener sus pertenencias ante el pillaje del invasor, se organizaron en las llamadas “partidas” para combatir junto al ejército regular unas veces o por su propia cuenta otras, emboscando y hostigando a los franceses, contando como principales virtudes con el conocimiento del terreno y la facilidad para dispersarse y reagruparse.

Por lo general, eran grupos disciplinados, que contaban con cierta regulación; en 1809 se había publicado un decreto regulador del Corso Terrestre y 3 años más tarde el “Reglamento para las partidas de guerrilla”, que pretendía reorientar la conducta y organizar el funcionamiento de las mismas.

Los franceses y las autoridades españolas afines se afanaban en presentar a las partidas como bandoleros hasta el punto de que el general francés Soult expidió el siguiente decreto: "No hay ningún ejército español fuera del de S.M. católica Don José Bonaparte. Así que todas las partidas que existan en las provincias, cualquiera que sea su número y cualesquiera que sean sus comandantes, serán tratadas como reuniones de bandidos y los individuos de ellas cogidos con las armas en la mano, serán fusilados y sus cadáveres expuestos en los caminos públicos

Lamentablemente, en todo conflicto se producen víctimas inocentes, como sucedió en el despoblado o dehesa de San Andrés, que en 1810 se situaba dentro de la jurisdicción de Chozas de Canales, en los límites con Casarrubios y Camarena (en la actualidad pertenece a este último municipio) y de la que era propietario por aquel entonces el Conde de Cedillo.

La noche del 15 de mayo de aquel 1810, la partida dirigida por un vecino de Casarrubios apodado “Cacharro” llegó a la finca previsiblemente con el propósito de conseguir avituallamiento, encontrando en la casa del guarda a  su morador; Felipe Esteban que custodiaba dos ollas de tajadas, un pellejo de vino y bastante pan y  al preguntarle para quien eran las viandas y resistiéndose a descubrirlo, uno de la cuadrilla le echó la mano al cuello y lo sacó de la casa, disparándolo en el pecho y arrojando posteriormente su cuerpo a un pozo.

Testigo de ello fue Matías Valdés, vecino de la villa de Chozas de Canales y alcalde único ordinario del despoblado, que habiendo sido alertado en numerosas ocasiones de que el guarda de la dehesa patrocinaba ladrones o que lo era también, acudió casualmente esa noche a la dehesa y se encontró con el suceso.

En el documento original Valdés, no especifica si fue testigo oculto o permaneció junto al guarda durante su asesinato, pero si deja claro su temor, cuando presenta denuncia ante la justicia, de que no quería exponer su vida y que tan pronto llegase la noticia de ella a oídos de la partida, le darían muerte, por lo que solicitó que no se hiciese mención alguna a su persona de haber dado cuenta del asesinato.

En su declaración, Valdés dejó ver que por la conversación que mantuvieron el guarda y “Cacharro” estos se conocían y la partida acudía con frecuencia a la dehesa pero lamentablemente tanto el auténtico motivo del asesinato como las intenciones de la partida nunca se conocerán.

Documento original: CONSEJOS,L.1401,Exp.49 (Archivo Histórico Nacional)


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