miércoles, 11 de junio de 2014

El milagro de Berciana (I)

Publicado en la revista Camarus, enero 2014


Con la llegada de los musulmanes a la península y ante el miedo al saqueo y profanación de los lugares de culto cristiano, se ocultaron por toda la península imágenes y otros elementos de valor, con la esperanza de que la contienda fuera breve y por tanto pudieran ser prontamente recuperados.

Pero los acontecimientos se desarrollaron de otro modo y el paso de los siglos de ocupación islámica hicieron olvidar aquellos tesoros escondidos, algunos de los cuales terminarían emergiendo con el tiempo, fruto del azar o de episodios extraños.

Estas preocupaciones debieron compartir los habitantes de Bercicalia[1] que escondieron en una cuevecilla la imagen de su virgen al comenzar la invasión. Es de suponer que la población fuera abandonada durante el periodo islámico y el tiempo acabara borrando el rastro de la misma, hasta llegar al espeso monte de encinas, donde siglos más tarde la imagen sería descubierta el 24 de abril de 1270 por un pastor de cabras mediante indicación de la Virgen María.

El año de 1293, el por aquel entonces cura de Méntrida Braulio Gómez, conoció a dicho pastor; Pablo Tardío y recogió su relato en 5 hojas de pergamino que durante un tiempo fueron custodiadas en el monasterio benedictino de Santa María la Real de Obona (Asturias), hasta que siglos después, fray Luis de Solís los trasladó junto con otros documentos al convento de la villa de Camarena, sirviéndole de base para la publicación del libro “Historia del prodigioso aparecimiento de la milagrosa y soberana imagen de Nuestra Señora de la Natividad” (Madrid 1734).

La narración incluida a continuación, y que por extensión, dividiremos en varias entregas, es la transcripción que originalmente hizo Braulio Gómez de las palabras del pastor:

 “Vive este año de 1284 del nacimiento de Nuestro Señor, y redentor Jesucristo, en este lugar de Méntrida, un hombre de 60, Pablo Tardío llamado. Empleábase este en guardar cabras, a quienes pastoreaba para la conservación de su vida, en los montes y dehesas a esta población de Méntrida cercanas, siempre que entraba con sus cabras en la dehesa de Berciana, sentía en su corazón no sé qué misteriosa novedad, que ya le causaba alegrías y ya la infundía temores y esto le acaecía con mayor fuerza los sábados, pues en todos, por espacio de más de 10 años, hacia un pequeño cerro, que está a la otra banda del arroyo, unas veces oía música, que le alegraba, otras veces, estruendos, que le atemorizaban y por las noches, advertía muchas candelillas encendidas, que circundaban el pequeño cerro. Juzgaba este pastor, que era ilusión de sus sentidos, o patraña del enemigo y así no hacía caso de ello, antes bien se encomendaba a Dios y a su Madre Santísima por medio de sus oraciones. 

Un día que se aumentaba la música, sintió en sí el pastor Pablo Tardío impulso superior de subir a la pequeña cumbre, para saber cual fuese la causa de tanto sonoro instrumento, púsole muy de veras en Dios, y con humildad, y temor comenzó hacia la cumbre a caminar y al llegar a ella, vio, advirtió, y registro, que estaba patente y a lo descubierto la reina soberana de los cielos y tierra María Santísima Señora Nuestra, a quien servía de alfombra el tronco pequeño de una cortada encina, estando María Santísima colocada sobre él, como sobre un precioso trono de zafiro, al ver tal prodigio, quedóse el pastor lleno de temor, admiración y espanto. Admirábase de la hermosura, y belleza con que la Soberana Señora, resplandecía y brillaba, causábale terror, y espanto lo nuevo y peregrino de suceso tan elevado, como de sus ojos nunca visto, ni aún de su entendimiento imaginado, enajenados los sentidos, no acertaba a hablar y embarazadas las potencias con visión tan prodigiosa, no podía discurrir en lo que había de ejecutar, arrojóse humilde y reverente al suelo, adorando y besando la tierra, que pisaba tan soberana, como prodigiosa reina.

Y estando Pablo Tardío postrado en el suelo, la Virgen le habló: ‘Anda, Pablo, a Méntrida, da cuenta de lo que estás viendo y de mi parte dirás a los sacerdotes y justicia, que vengan con reverente procesión a este sitio, y saquen una imagen mía que está aquí oculta, para que la lleven a colocar a su iglesia, pues quiero enriquecerlos con ella y de los peligros y ahogos sacarlos y libertarlos.’

Alentado el pastor Pablo Tardío, con estas dulcísimas palabras de María Santísima, se levantó de la tierra y puesto de rodillas, cándido y sencillo la respondió de este modo: ‘Señora, con mucha voluntad iré a Méntrida a dar la tan grande nueva, haciendo lo que me mandas, pero no hay quien me guarde mis cabras y se me perderán mientras que voy y vengo’. A este temor de Pablo Tardío, satisfizo la clementísima reina diciendo: ‘No temas que tus cabras se pierdan, yo seré pastora de ellas y así ejecuta lo que te mando que tu ganado a mi cargo queda.’”...



[1] Antigua población romana ubicada en la dehesa de Berciana (Méntrida) de la que tratamos en algún número anterior.

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